La hepatitis
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HEPATITIS
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A
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B
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C
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Como se transmite
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Es una enfermedad que se transmite generalmente por
beber agua o comer verduras
o frutas frescas lavadas con agua contaminada por el germen. El contagio
también se puede producir de persona a persona, por lo que es frecuente que
en una familia haya varios afectados a la vez, o que aparezcan brotes en
instituciones (por contagio simultáneo de varias personas con los productos
contaminados). Actualmente es más frecuente en países en vías de desarrollo,
donde las condiciones higiénicas son peores.
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La hepatitis B se contagia por vía sexual, de la madre al hijo, por
transfusiones de sangre o por pinchazo con agujas contaminadas. Los hijos de madres con infección activa enferman en más
del 90% de los casos si no son protegidos adecuadamente. Los usuarios de
drogas por vía parenteral, el personal sanitario, los pacientes en
hemodiálisis, las personas que conviven con un paciente con infección crónica
por virus B y las personas con vida sexual promiscua son los que más riesgo tienen
de infectarse.
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La hepatitis C se contagia por transfusiones y agujas contaminadas fundamentalmente.
Con menos frecuencia, la infección se puede adquirir por vía sexual o
materno-fetal. En numerosas ocasiones, el modo de contagio no es conocido.
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Síntomas
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Tras el contagio se pueden tener síntomas
como cansancio, color amarillento de la piel (ictericia) y orinas de color
oscuro. Las transaminasas (enzimas del hígado) se elevan y pueden
aparecer trastornos de la coagulación. En un pequeño porcentaje de pacientes
el cuadro clínico se comporta como una hepatitis fulminante, con fallo
hepático grave y riesgo de fallecimiento si el paciente no es trasplantado.
En la mayoría de los casos se
cura sin tratamiento y los
pacientes quedan inmunizados, de forma que no se vuelven a contagiar. No
existen portadores de la enfermedad que puedan contagiar después de la fase
aguda.
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Con frecuencia, la infección aguda pasa
desapercibida o transcurre como si fuese una gripe, aunque también puede dar
síntomas típicos como los ya comentados en la hepatitis A. Algunos pacientes
se curan sin secuelas y tienen una inmunidad (es decir no vuelven a
contagiarse) tras haber pasado el cuadro. Otros pacientes mantienen su
capacidad de contagiar a los demás sin que esto les afecte a ellos mismos. Se
denominan portadores
crónicos y esta capacidad
de contagio se debe a una partícula del virus denominada ‘antígeno Australia’
que persiste en estos individuos. Un tercer grupo de pacientes puede
cronificar la enfermedad y desarrollar hepatitis crónica o cirrosis. Éstos
tienen la capacidad de contagiar la enfermedad, pero a diferencia de los
portadores, el virus les afecta negativamente también a ellos.
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Más del 90% de los pacientes no tiene
síntomas cuando contrae la enfermedad y ésta se suele descubrir de
forma casual en un análisis o cuando comienza a dar síntomas porque ha
producido una hepatitis crónica o una cirrosis.
Entre un 50-70% de los pacientes infectados desarrolla una hepatitis crónica.
Estos pacientes tienen la enfermedad y además la pueden contagiar a los
demás.
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Existen vacunas
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La vacuna de la hepatitis A se obtenía mediante virus muertos, pero en los
últimos años se ha desarrollado una vacuna que se obtiene por
ingeniería genética y que es más eficaz. Está indicada en individuos
que manipulan alimentos, cuando se hace un viaje a un país en vías de
desarrollo o en gente que trabaja con niños o enfermos mentales. También se
recomienda a los trabajadores en contacto con aguas residuales no depuradas,
varones homosexuales, hemofílicos y drogadictos.
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La vacuna de la hepatitis B se obtiene mediante técnicas de ingeniería
genética. Dicha vacuna se incorporó en el calendario vacunal hace unos años y
actualmente se vacuna a los recién nacidos. En nuestro país
también se está vacunando de forma sistemática a todos los adolescentes.
Además, está indicada para profesionales sanitarios y el personal que trabaja
en residencias o con enfermos mentales. También es recomendable en pacientes
sometidos a hemodiálisis, hemofílicos, drogadictos no infectados y pacientes
VIH positivos cuando no estén muy inmunodeprimidos.
Por otro lado, se debe vacunar a las parejas de los pacientes
portadores del virus y a los que tienen la infección crónica. Los
portadores son personas que tienen partículas del virus ('antígeno
Australia') en su sangre capaces de contagiar a otras personas, aunque no
afectan al propio individuo.
Los hijos de madres con infección crónica o portadoras deben ser
protegidos con gammaglobulina y vacunas en las primeras horas de vida.
La gammaglobulina también se administrará tras una exposición, por ejemplo,
después de un pinchazo accidental con material contaminado (personal
sanitario). La administración debe hacerse antes de que hayan transcurrido 12
horas tras el contacto.
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No hay vacunas frente a la hepatitis C. En caso de un pinchazo accidental con alguien que tiene esta enfermedad
se aconseja hacer un estudio para determinar la posibilidad de contagio y en
caso de que éste se haya producido se planteará un tratamiento precoz con
fármacos que actúan frente al virus.
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